Este 2021, Naciones Unidas ha elegido como lema para este día «Por un futuro igualitario en el mundo de Covid-19». Y ya hace un año que un hecho doloroso e inusual para nuestra generación ha alterado y ensombrecido nuestras vidas. Una pandemia mundial, una crisis sanitaria que ha dado lugar a otra social y económica. Durante la pandemia, las mujeres estuvieron a la vanguardia y desempeñaron un papel extraordinario. Como trabajadores en el campo de la salud, la ciencia y la investigación, desde los servicios esenciales, pero también asumiendo la responsabilidad de la atención en el sector privado.
La pandemia hizo visible el papel esencial de la mujer en el sustento de la vida y esos trabajos esenciales para la sociedad. Estos trabajos son ocupados mayoritariamente por mujeres y son, además, los más precarios e invisibles, muchos de ellos incluso sin cobertura legal. Cajeros, limpiadoras, trabajadoras del hogar, cuidadoras de diferentes ámbitos, trabajadores de la salud, etc. fueron visibles al inicio de esta crisis y aparentemente reconocidas social e institucionalmente. Sin embargo, un año después sus condiciones laborales, económicas y sociales no mejoraron, todo lo contrario.
Muchos han hecho malabares con las clases de sus hijos e hijas, la atención a sus padres o abuelos, el trabajo profesional, las tareas del hogar. Aquellos que más sufrieron estos efectos, a costa de sus propias carreras e incluso de su bienestar. Y, por supuesto, significó una tortura adicional para todas las mujeres víctimas de violencia de género.
La crisis ha puesto de relieve tanto la importancia fundamental de las contribuciones de las mujeres como las cargas desproporcionadas que soportan. Además, a raíz de la pandemia de Covid 19, han surgido nuevos obstáculos que se suman a los de carácter social y sistémico que persistían antes y que dificultan la participación y el liderazgo de las mujeres. Porque a pesar de que las mujeres constituyen la mayoría del personal de primera línea, siguen estando infrarrepresentadas en los espacios de poder y toma de decisiones.
No cabe duda de que la plena igualdad en el lugar de trabajo solo será posible si se asume equitativamente el trabajo doméstico y el cuidado en el entorno familiar. Debemos apostar por un modelo de sociedad corresponsable en el que hombres y mujeres compartan de forma equilibrada las responsabilidades domésticas y familiares, en el marco del necesario cambio cultural en torno a los usos del tiempo.
Es fundamental seguir apoyando el liderazgo de las mujeres y la presencia de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, incluidos los puestos de toma de decisiones y de influencia, sin dejar de trabajar para derribar los obstáculos a la igualdad de género y el avance profesional de la mujer en áreas como la ciencia. .
Uno de los caminos que conducen al empleo de calidad y al bienestar social son las políticas de conciliación, otro no menos importante es el de la formación y el conocimiento. Precisamente por la injusta distribución de la responsabilidad de la conciliación, muchas mujeres han visto y siguen teniendo dificultades para ingresar al mercado laboral y también sus posibilidades de formación y desarrollo.
Para ello, además de la aplicación de políticas específicas, es fundamental seguir trabajando para eliminar los estereotipos y roles que sustentan la desigualdad de género.
La manifestación más cruel y de la desigualdad existente entre mujeres y hombres en el mundo es la violencia de género.
La eliminación de la violencia contra la mujer es un desafío para el conjunto de la sociedad, una tarea conjunta que requiere una acción unitaria y la máxima coordinación, colaboración y cooperación.
Esto requiere de un consenso institucional, político y social que demuestre, a la perfección, el compromiso de todas las instituciones con la sociedad para alcanzar acuerdos que permitan avanzar en la erradicación de la violencia contra las mujeres.
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